Autor: Manuel Benítez Carrasco 1/12/1922- 26/11/1999
Entradas
- Comenta sobre tu perro (1)
- En el cielo de los perros (2)
- Epístola perruna (1)
- Harry in memoriam (1)
- Muletas de plata (1)
- Perdón de perro (1)
- Puente del arco iris (1)
martes, 26 de mayo de 2009
El Perro Cojo
Autor: Manuel Benítez Carrasco 1/12/1922- 26/11/1999
lunes, 25 de mayo de 2009
El Niño, el Perro y el Milagro
Pero había un niño triste; cara de ausencia y nostalgia; siempre solo, siempre serio; a punto siempre de lágrimas.
Un niño con una mano; inútil, seca, sin alma, ay que infierno diminuto, era aquella mano lacia.
Desde su cielo, el niño, siempre asomado a la tapia, miraba a mi perro cojo y al mirarlo recordaba...
Un día en una placeta, un perro de pobre casta, una apuesta de buen tino, un silbido una pedrada...y un aullido que se aleja...y un perro, rota una pata.
¡Que frío remordimiento, sentía en su mano lacia!
Mientras tanto, en su cielo, mi perro jugueteaba, con una angelillo cojo, que era el ángel de su guarda.
Hasta que un día jugando, llegaron hasta la tapia, donde estaba el niño triste, a punto siempre de lágrimas.
Un día en una placeta, hambre y sed en su garganta, un niño, la mano en alto; un silbido, una pedrada...y un golpe en su carne y sangre; sangre y dolor en su pata.
Pero los perros no saben, de rencores ni venganzas, por eso mi perro cojo, olvidando la pedrada, se echó atrás, tomó carrera, salvó de un salto la tapia.
Multiplicando mimos y abanicando palabras; con los ojos, con los dientes; con el rabo, con las patas; empezó a lamer la mano, inútil, seca y sin alma.
La lengua del perro fue, para aquella mano lacia; como un regreso de vida, como un reguero de savia, y los tendones muertos, de pronto resucitaban.
Satisfecho del milagro, rabo alegre, orejas gachas regresó el perro a su cielo, pura cojera de gracia.
El Puente que cruza el Arco Iris
Aún si nos hemos "portado mal", ellos abogan por nosotros, porque no hay acto mas noble en el corazón de un ser humano que el entregar amor a un animal. Ese sentimiento nos redime y nos perdona.
Puedes dejar el nombre de tu mascota, para recordarle que sabes donde está.
Carta del Perro que ya partió
Te agradezco la vida dulce, los juegos limpios y cómplices de una felicidad antes negada.
Te agradezco la mano sincera y las palabras tiernas que solo un ser como tu dio de regalo a mi sombra.
Te agradezco la amistad pura que diste a este ladrón de cariños, una amistad diáfana como el roció del alba.
Te agradezco los años que pasaron y la ternura que dabas.
Te agradezco la dignidad de mi vejez, el no largarme de casa cuando mis patitas viejas se negaban a soportar el peso de mi espalda.
Te agradezco el entender incluso, mi vergüenza al hacer pis en casa, porque mis huesos débiles al tratar de caminar se cansaban.
Te agradezco el silencio, el no recriminar ni por un segundo que ya no pudiera jugar contigo.
Te agradezco el plato de comida dada de tu mano querida cuando entendiste que mi cabeza no alcanzaba ya la taza.
Te agradezco el amor puro de tus abrazos cálidos, dados con tal fuerza que me alimentaban el alma.
Te agradezco los secretos que en tu corazón se escondían y el sentimiento intenso al compartirlos conmigo.
Te agradezco la tarde aquella, en que me llevaste a casa, luego que el doctor te diga “inyección, único remedio, para este patitas largas”.
Te agradezco la solidaridad que demostraste y el que por horas me tuvieras entre tus pecho besándome con calma.
Te agradezco tu respiro al lado del dolor de mi cuerpo, dolor que se apaciguaba con la caridad de tu espíritu.
....................
Recuerdo la noche aquella cuando juntos en la entrada de casa, la luna alumbraba mi cuerpo enjuto y las estrellas brillaban, expectantes y curiosas el final de una etapa. Mi cuerpo viejo y gastado se aferraba a ti quejumbroso, disfrutando de la paz de aquel precioso momento.
Y fué entonces cuando la parca me recibía con ansias, que te negaste y me estrujaste tan fuerte al dolor de mi nariz congelada... llorabas por este pedazo de carne ya tendido ante el umbral de la vida. Ese pedazo de carne que sin ser racional te idolatrába.
Te agradezco el calor de tu abrazo, la ternura de tu voz y el sonido de tus latidos... me dieron la confianza para seguir.
Una de tus lágrimas acompaño el cerrar de mis ojos. Fue la estrella bendita que alumbró mi camino.
..................
Allí Dios me pregunto si había sido feliz, asentí con un ladrido moviendo mi cola larga.
Me abrió las puertas del cielo y me dijo que te espere allí, sentado en una estrella designada para mí.
Le respondí, “hoy no Señor, quizás regrese mañana, quiero seguir a su lado hasta que te entregue su aliento. Quiero mostrarle el camino yo mismo, quiero regresar a casa y quiero (si no es mucho) esperarlo como siempre en la puerta de la entrada”.
El señor emocionado me dijo “Pequeño de albas, la lealtad es un regalo que con terquedad guardas.Ve, tu saco de pulgas a consolar su soledad, ve pues, blanco arlequín de largas orejas ralas”.
Partió Dios la estrella en mil pedazos para que me alumbre el sendero, no sin antes regalarme un pulcro ovillo de plata.”Y este ovillo no lo muerdas, será tu guía indiscreta en los campos de su alma, con el lo verás siempre, por las tardes, por las noches, incluso por las mañanas”.
Partí raudo y feliz, cargado de ilusiones. Partí con mi estrella de hueso, mi cielo de sueños reales y mis orejas de palma.
Y aquí estoy pues ahora expectante, a que llegues de nuevo a casa. Aquí va el soldado de pelos, que con ansiedad en el corazón te llama.
Cuando te sientas solo mi amo y te invada la nostalgia, ¡mira! que me verás desde el viejo sofá, parado en la puerta de casa. Allí estaré, esperare, así sea por centurias, te acompañaré en las frías noches cuando te sientas solo y sin esperanzas. Te seguiré en tus sueños por el hilo de plata, por aquellos verdes prados en los que ensuciaba mis patas.
Y cuando des tu último suspiro sentirás mis belfos húmedos, ofreciéndote mi estrella, mi cielo y mi lengua mojada.
Estaré allí dándote el amor que un día por mí te broto del alma.
Autor: Aris/ Marie C. H. Copyright 2009, © 2009.
Una tarde de domingo...
Recuerdo la mañana aquella de un domingo de hace casi de nueve años, en donde cansados de leer el periódico y sin saber qué hacer, Tomas y yo decidimos ir a ver tiendas de perros. Fue una de esas decisiones en las que dos personas acuerdan casi al instante sin saber (o sí, sabiendo) el potencial “peligro” de esa elección.
Ir a “matar” el rato yendo a ver perros…
Y sucedió entonces que aquella tarde de un domingo de julio, para dos personas cuya debilidad son precisamente los animales, y que decidieron que se “iban” a pasear por las tiendas de mascotas… que ocurrió la casualidad grande que la primera tienda en donde entraron, se convirtió en la última. Dentro de esta, luego de hacerlos esperar algunos minutos ante la pregunta de “¿tiene labradores?” el encargado se apareció con dos peludos y redondos sacos de pulgas, de unos dos meses de edad, una parejita de machos según este “para que decidieran con cuál de los dos perritos se quedarían”… sí, "se quedarían"
Después de una exhaustiva revisión en ojos, patas, rabos, panzas y lengua un unánime “no sé cuál de los dos me gusta más” reinaba el ambiente. Pero tan pronto como ver otras jaulas con perritos que protestaban desesperados , se decidió que … los dos lenguones llorones se iban a casa.
Los nuevos inquilinos recibieron entonces sus nombres de pila: “Struppi” por la blancura de su pelaje…y “Harry” el sucio, por el hecho que a este aparte de encantarle restregarse en la suciedad, no era muy amigo del agua.
Hace poco menos de diez años, “Harry” el labrador, se convirtió en nuestro guardián y amigo. Desde hace mucho tiempo el era nuestro fiel cuidador sí, pero sobre todo compañero. Por casi una década “Harry” nos deleito con sus travesuras y le gustaba cazar palomas y morder las flores, pero lo que más disfrutaba era pararse muy atento esperando un abrazo... como si supiera que su tiempo con nosotros no sería tan largo.
Recuerdo su gran inseguridad ante “Struppi” y la competencia de cariños que tenia con este. El como se ufanaba en demostrarnos que era "él" el que mas nos necesitaba. Era de los dos labradores, el más atento, el más humilde y noble…
Cuando salí de casa para partir lejos, recuerdo haberle dado un abrazo muy fuerte... jamás imaginé que sería el último...
Pero hace unas semanas...
...hace dos semanas el veterinario le diagnosticó ceguera y pérdida del sentido del olfato. Luego de esto, Harry se rehusaba a comer... Pensamos que sería una depresión perruna, de esas que a veces le atacaban, después de todo a veces se sentaba muy quedo en su rincón quien sabe a filosofar sobre la vida. Pero esta vez era distinto, la verdadera razón era que no veía ni podía encontrar su plato por medio del olfato. El doctor habló de eutanasia y nos negamos. A partir de aquello, nuestro “Harry” cayó ahora sí en una profunda depresión… y ayer domingo...
...un domingo como el día aquel en donde empezó una vida con nosotros decidió irse. Se fue callado y ciego. Se fue en silencio… se fue mientras dormía. El veterinario comentó que estuvo junto a él y que su semblante irradiaba paz. Quizá partió soñando con todos los momentos felices que tuvo en estos años.
Yo estaba tan lejos y no pude despedirme. ¿Habrás sentido miedo? ¿Habrás pedido un abrazo ausente?
¡Perdóname por no haber estado allí a tu lado cuando te fuiste querido Harry!
Que injusta es la vida a veces... ¿o será el destino? Te fuiste solo Harry, solo.
Y ahora, dejas no sólo una casa vacía, tambien pedazos de corazón.
Harry, espero que ahora te encuentres en el puente que cruza el paraíso, si es que existe.